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Sábado, 30 de septiembre 2017
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Como cuenta el tango, el siglo XX fue «un despliegue de maldá insolente» y, aunque parezca mentira, a lo largo de guerras y calmas, modas y rock&roll, en una fábrica del paraje de Los Meroños, seguían produciendo caramelos para endulzar a medio mundo. El lado más goloso de la centuria funciona desde 1914 en la fábrica de Caramelos Cerdán. Su propietario, Franco de Sena Cerdán, cuyo abuelo fundó la marca, encarna el inicio de la industria local de las golosinas hasta su aterrizaje en la innovación y la expansión internacional de las chuches murcianas. Esta noche leerá el pregón de las fiestas de la Virgen del Rosario de Torre Pacheco, en el que promete compartir recuerdos del pueblo y de una industria familiar que comenzó produciendo embutidos y moliendo especias, para conquistar después una cuota de mercado del caramelo cada vez más internacional.
«Cuando era niño, se hacían cocidos de 20 kilos, que se dejaban enfriar en una mesa de mármol y el maestro caramelero los partía con el canto de la mano», cuenta Cerdán de una infancia vivida entre aromas de fresa y anís en una fábrica que actualmente produce mil piruletas por minuto. Los 'chupa chups' y caramelos duros de la marca pachequera llegan cada día a China, Estados Unidos o Finlandia, entre otros países. «Nos enorgullece que siga cien años después, que los puestos de trabajo se hayan ampliado y que los caramelos de Torre Pacheco lleguen a todo el mundo», afirma el empresario.
En un sector tan dinámico como el de las chuches, «la innovación debe ser constante, de ahí que saquemos la línea bio, los caramelos sin azúcar o los caramelos 'kosher', que fabricamos con las indicaciones de un rabino», explica Cerdán. La fábrica combina estrictas normas de calidad e higiene con maquinarias de avanzada tecnología, como la envolvedora, que 'viste' 2.000 caramelos por minuto. Para el empresario, «hay que fiarse de las empresas que crecen tipo mancha de aceite, no de las que surgen en un año, y nosotros llevamos un siglo. Más mancha de aceite imposible».
El aroma de la canela molida, las mujeres que liaban los caramelos a mano, los envoltorios de los dulces con mensajes de Semana Santa figuran entre los cientos de recuerdos que le quedan en la memoria junto a una exposición de maquinarias antiguas que se puede ver en una sala de la fábrica. En el interior, enormes cubas de acero llevan a ebullición grandes masas de sabor a fresa, cola, naranja, limón y los infinitos aromas que Cerdán lanza cada año al mercado para sorprender al consumidor. Piruletas de Drácula, pies de 'pica soda' y chupa chups con el envoltorio del Fútbol Club Barcelona o del París Saint Germain, entre los cientos de clientes que les piden dulces personalizados.
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